martes, 17 de noviembre de 2009

Para empezar: odio el verano. Odio transpirar hasta cuando no hago más que estar sentado, estar todo el tiempo pegajoso, abrumado por el calor. Odio viajar en colectivo pegado a las ventanillas porque se concentra todo el calor de la gente. y de los que transpiran más que yo, que tienen un olor terrible, siempre se agarran del caño de arriba, osea que te tiran todo el chivo ensima y te lo tenés que bancar.
Siempre yendo por la sombrita, si estás mucho tiempo al sol, te calcinás y te comés el bajón de quemarte y tener que ponerte todo tipo de cosas para aliviar el dolor ese feo, que siempre viene alguien y te dice "QUÉ HACÉ, VIEJO" dandote palmadas justo en la espalda, que la tenés hecha mierda.
Odio también tener un exeso horrible te hormonas y tener peludo hasta el último diente de mi sistema dental, y gracias a esto quedar como el unico animal en carne propia que camina por las aulas, por supuesto, entre todos los chicos que no tienen un solo pelo en todo el torso, y gracias a este estúpido traume de cualidades físicas, no poder meterme a ninguna pileta por temor a causar una repugnancia infernal sobre los demás.
Además tener que dormir bajo un horno de temperatura en el cual a la mañana depierto bañanado en sudor de la cintura para arriba, y lleno de pelusas y demás porquerías pegadas a mi piel de ésta para abajo.
El calor me saca, me cansa, me fatiga mucho más que el invierno, me desgana, no sé, hace unos años me encantaba, pero ahora lo veo como una necesidad de estar hidratado cada dos minutos. Sí, lo sé, en mi caso es agobiante, y lo peor es que recién empieza.

1 comentario:

Jazmín dijo...

agobiante
esa palabra lo describió tal cual es calor
agobiaaaaanteeeeee