viernes, 18 de julio de 2008

Estaba yo, cuidando de él, en la habitación. Noto todo demasiado tranquilo. Las ollas estaban en el fuego, por lo menos hasta que el agua comience a hervir. Voy unos cinco minutos, lentamente hacia la cocina, para revisar las ollas, mientras pensaba que ya había pasado un buen rato desde que el médico había venido a darme los medicamentos para retrasar el efecto. Me apoyo contra la mesada, mientras sigo pensando detenidamente.
Derrepente escucho un grito, o algún tipo de exclamación que logró llamar mi atención, lo que me condujo a la habitacón, a ver que ocurría. En el pasillo veo una señora, ya mayor, que sale llorando desesperadamente, con un llanto frío de guerra. Al llegar, lo encuentro tosiendo, tenía la cara más pálida que de costumbre, sentí que le faltaba aire.
Me mira con sus ojos resplandecientes de cansancio y un gesto de tímido sufrimiento hasta que se puede escuchar un escalofriante eco, resonando por toda la casa.
Quedandose mirando hacia el techo, podían escucharse perfectamente los latidos alejarse hacia un lugar que por el momento desconozco, que todos los que seguimos aca desconocemos.
Ahora el silencio se apoderó del lugar, y estoy seguro de que esos extraños hombres con vestimenta intimidante y sin color, vendrán por el en cualquier momento.

No hay comentarios: