jueves, 25 de noviembre de 2010

al-khimia

¿Cuántas posibilidades tiene el sol de ver a la luna?
No lo sé, quizás nadie sepa. Imaginenlo, dos cosas tan opuestas, propiamente dichas, materializadas en esferas gigantes, rondando allí afuera, esperando a encontrarse.
Se sabe que dan vueltas, que el sistema está compuesto de círculos y ovalos concéntricos, que guían su naturaleza, que atraen sus causas y consecuencias.
Y sí. Es triste, pero cuando ya no se puede pensar nada más, cuando realmente no hay nada más que un puro punto blanco que lleva todo a la nada, se pasa al lado opuesto, el exacto homólogo de todo lo antes visto. Un mundo prácticamente nuevo.
Se pueden emocionar, exaltar, ponerse a llorar, bajo la misma incógnita que hace nudos con vuestras neuronas: ¿se podrán ver? ¿se podrán encontrar? ¿habrá algo más en toda esta infinidad?

Con el tiempo se dieron cuenta de que mucha gente anhelaba este suceso. Una preciosa luna llena, o un estremecedor eclipse, ambos un resultado diferente, dos experiencias diferentes. Se ah llegado a pensar que tal vez con una escalera, o con algún tipo de globo/intrumento volador se podría llegar a la luna, o tal vez al sol, para darles un poco de confianza en sí mismos, un poco de motivación que haga a esas explosiones ígneas atraer con más fuerza, así se salen las cosas un poco de su órbita, de lo planeado, lo rutinario y predecible, para que den lugar a los acontecimientos más maravillosos. Así atónitos se quedarían todos al contemplar colores y formas en el cielo, vientos cálidos y frescos, ver llover flores con estelas de hielo y escuchar a la música que viene del suelo.

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