Le pedí con mucha calma a una de mis ocurrencias que por favor, no sea tan alborotada. Era de noche, estaba solo tirado en la cama de mi cuarto y no quería irme por las ramas de mis pensamientos. Normalmente suelo prender mi velador esas horas, pero esta vez, no. Estaba todo a oscuras, pero por alguna razón, continuaba mirando al techo, el cual nunca se movía, nunca cambiaba, siempre estaba ahí, quieto. Cuando el tiempo, los minutos y las horas me tomaron como prisionero, por fin pude quedarme dormido, con el mismo cuadrado negro de la incertidumbre en mi cabeza. Pocas veces sueño.
Mi típico no-sueño fue interrumpido por el sonar de mi despertador, que indicaba la hora para que me levante y no desperdicie el resto del día.
Como siempre, mi día fue normal, con un toque de realismo, opaco y frío, a pesar de que estabamos en verano y la temperatura no bajaba de los treinta grados.
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La mina que estaba tan al pedo como para comentar algo asi
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